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TEORÍAS DE LA ORGANIZACIÓN RELIGIOSA.


1. Tipos de Organización Religiosa
En todas las religiones se dan comunidades de creyentes, pero existen muchas formas diferentes de organización de tales comunidades. Un modo de clasificar organizaciones religiosas es la que propusieron por primera vez:

Weber y Troeltsch: iglesias y sectas: una iglesia es un cuerpo religioso grande y bien establecido, como la católica o la anglicana. Una secta es una agrupación de creyentes comprometidos más pequeña y menos organizada, que generalmente se constituye en protesta frente a una iglesia, como hicieran los calvinistas o metodistas. Las iglesias tienen una estructura formal y burocrática, con una jerarquía de funcionarios religiosos, y tienden a representar la cara conservadora de la religión, integradas en el orden institucional existente.
Las sectas son comparativamente pequeñas, usualmente aspiran a descubrir y seguir "el camino verdadero", y tienden a retirarse de la sociedad circundante a comunidades propias; consideran corruptas las iglesias establecidas, tienen pocos funcionarios, o ninguno, y todos los miembros participan en pie de igualdad.

Becker: denominaciones y cultos: este autor añadió estos dos conceptos. Una denominación es una secta que se ha "enfriado" y se ha convertido en un cuerpo institucionalizado en lugar de un grupo de protesta activo. Las sectas que sobreviven durante cierto período de tiempo se convierten inevitablemente en denominaciones (como ocurrió con el calvinismo). Las iglesias reconocen más o menos como legítimas a las denominaciones, y éstas coexisten con aquéllas en cooperación armoniosa muchas veces.
Las cultos se asemejan a las sectas, pero tienen énfasis diferentes. Son las más débilmente ligadas y las más transitorias de todas las organizaciones religiosas, pues se componen de individuos que rechazan lo que consideran valores de la sociedad exterior. Se centran en la experiencia individual, reuniendo a individuos con opiniones e inclinaciones parecidas. Las personas no se adhieren formalmente a un culto, y sus miembros pueden mantener otros vínculos religiosos. Ejemplos de cultos son los creyentes del espiritualismo, la astrología o la meditación trascendental.

Estos cuatro conceptos son útiles, pero sólo para analizar aspectos de la organización religiosa cristiana. Como en el caso del islam, en religiones no cristianas no siempre hay una iglesia claramente diferente e independiente de otras instituciones, y otras religiones no tienen una jerarquía burocrática desarrollada. Tampoco tendría sentido llamar "denominaciones" a las diversas subdivisiones del hinduismo.
No obstante, y a pesar de estar culturalmente condicionados, estos cuatro conceptos nos ayudan a analizar la tensión que todas las religiones tienden a generar entre la "revitalización" y la institucionalización.


2. La Revolución Islámica
Un sistema religioso tradicional como el islam ha sufrido un resurgimiento esencial y se ha convertido en la base de importantes desarrollos políticos a finales del s. XX. Así ocurió en Irán a fines de los años 70. En años más recientes, el fundamentalismo islámico (un énfasis en la interpretación literal de los textos de las escrituras) ha tenido también un impacto significativo en otros países (Egipto, Siria, Líbano y Argelia). ¿Qué explica esta renovación a gran escala del islam?

El desarrollo de la fe islámica
El islam, como el cristianismo, es una religión que ha estimulado continuamente el activismo: el Corán -la sagrada escritura islámica- está lleno de instrucciones dadas a los creyentes para que "luchen en el camino de Dios". Esta lucha se dirige contra los no creyentes y contra los que introducen la corrupción dentro de la comunidad musulmana. A lo largo de los siglos han existido sucesivas generaciones de reformadores musulmanes, y el islam ha quedado tan dividido internamente como el cristianismo. El karigismo y el shiísmo se separaron del cuerpo principal del islam ortodoxo en épocas tempranas de su historia. Los karigitas sostienen creencias fuertemente igualitarias, rechazando todas las formas de privilegio material y proclamando que los culpables de graves pecados no pueden seguir siendo considerados musulmanes. No duraron como secta, pero en algunos aspectos son precursores de los movimientos fundamentalistas.
Los shiítas, en cambio, han conservado su influencia. Es hoy la religión oficial de Irán y fue la fuente de las ideas subyacentes a su revolución. Los orígenes se remontan al Imán Alí, un líder religioso y político del siglo VII que mostró cualidades de devoción personal a Dios y una virtud descollantes entre los gobernantes de la época. Los descendientes llegaron a considerarse líderes legítimos del islam, puesto que sostenían que pertenecían a la familia del profeta Mahoma.
El shiísmo ha sido la religión oficial de Irán, y existen importantes poblaciones shiítas en otros países, como Turquía, Irak y Arabia Saudí. El liderazgo islámico en estos países está, sin embargo, en manos de la mayoría sunnita, que sigue el "Camino Hollado", una serie de tradiciones que derivan del Coran y que toleran una considerable diversidad de opinión.

El Islam y Occidente
Durante la Edad Media hubo una lucha más o menos constante entre la Europa cristiana y los estados musulmanes, que controlaban grandes áreas de lo que se convirtió en España, Bulgaria, Yugoslavia, Grecia y Rumanía. La mayoría de las tierras conquistadas por los musulmanes eran reclamadas por los europeos, y muchas de sus posesiones en el norte de África fueron de hecho colonizadas cuando el poder occidental aumentó en los siglos XVIII y XIX. Esos reveses fueron catastróficos para la religión y civilización musulmanas, que los creyentes islámicos consideraban la más alta y avanzada de cuantas eran posibles. A fines del XIX, la incapacidad del mundo musulmán para resistir la expansión de Occidente desembocó en movimientos reformistas que trataban de devolver el Islam a su fuerza y pureza originales, afirmando la identidad de sus propias creencias y prácticas.
La idea se ha desarrollado de diversas formas en el s. XX, y formó el telón de fondo de la "Revolución Islámica" en Irán en 1978-79. La revolución se alimentó inicialmente de la oposición interna al sha Mohammed Reza, que había aceptado y tratado de promover formas de modernización inspiradas en Occidente. El movimiento que derribó al sha unió a personas con intereses muy diversos, muchas de ellas nada afectas al fundamentalismo islámico; sin embargo, la figura dominante fue el ayatollah Jomeini, que proporcionó una reinterpretación radical de las ideas shiítas.
Jomeini estableció un gobierno organizado de acuerdo con la ley islámica tradicional, y la revolución hizo de la religión, tal como queda definida en el Corán, la base directa de toda la vida política y económica. Un estricto código (que segrega a hombres y mujeres, condena a muerte la homosexualidad y a lapidación al adúltero) que está acompañado de una concepción sumamente nacionalista que se afirma a sí mismo especialmente contra influencias occidentales.
Evidentemente, los movimientos de revitalización del islamismo no pueden entenderse sólo en términos religiosos; representan en parte una reacción contra el impacto occidental, y un movimiento de afirmación nacional o cultural.
 

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